Costa Rica, el destino de
mis últimas vacaciones es un país precioso en el que es imposible
aburrirse. Fueron dos semanas intensas de caminatas por el bosque,
navegación por ríos y canales, excursiones nocturnas y pequeñas
dosis de aventura.
Ya en Tortuguero, primera
parada, nos llenaron el día de actividades y nos hicieron madrugar
de lo lindo. De hecho el día que más tarde me levanté en todo el
viaje fue un domingo a las siete de la mañana, pero el plato fuerte
es la fauna y ésta es más fácil verla en las primeras horas de la
mañana.
Ver nacer a las tortugas
verdes en la playa, observarlas en sus primeros pasos hacia la orilla
fue muy emocionante.
En un país tan verde no
extraño que llueva a menudo, de modo que el chubasquero se convirtió
en mi mejor aliado. No obstante, tuve suerte y pude ver el cráter
del volcán Arenal completamente despejado. Hace dos años que dejó
de expulsar lava, pero sigue activo y no hay que confiarse demasiado.
Las aguas termales de
Tabacón aprovechan el curso del río para formar piscinas en las que
la temperatura varía según lo remontamos y es un lugar estupendo
para relajarse.
Monteverde, mi tercer
destino, ofrece un paisaje diferente: el bosque nuboso. También
hacía más frío porque está a mayor altitud. Allí aproveché para
descubrir mi primera tarántula en un paseo nocturno y para admirar
una pequeña pitón de color azulado. A la mañana siguiente nos
fuimos a ver aves, pero los colibrís merecen un capítulo aparte.
Me reservé para el final
la parte más soleada y tranquila. Las playas de Manuel Antonio son
espectaculares, pero me quedo con las ranas de ojos verdes. También
he de hacer un hueco para las mariposas, y para un mono capuchino que
se me acercó en el manglar de Isla Damas.
Aún tuve tiempo el
último día para acercarme hasta el volcán Poás y admirar su
hermoso cráter desde su mismo borde.
Y esto es sólo el
aperitivo, aún estoy organizando las fotos y hay lugares,
excursiones y animales para más entradas, no penséis que os vais a
librar de ellas.